Arte de caza

Pedro de Jesús

Lo importante no es el blanco, sino el flechazo
—asegura el cazador que atravesó, certero, al jabalí.

Lo importante no es el blanco
ni el flechazo,
sino el arco
—corrige el cazador que erró novecientas noventa y nueve veces,
y mientras intentaba la milésima sintió como se hendía
el rendido
maderamen
de su arco. 

La flecha es lo importante, sin duda
—señala el que no pudo disparar
siquiera una vez:
espíritus innobles que deshonran
el venerable oficio de la cacería,
vaciaron
de saetas
su aljaba. 

Lo importante no es el blanco
ni el flechazo,
ni el arco
ni la flecha.
Es la comunión largamente ejercitada entre el ojo y el brazo
—sostiene el que detesta la porfía entre cazadores,
y elije adiestrar su arte
contra
jabalíes
de cartón. 

Lo importante es el jabalí
—se entromete el poeta—.
Hay que distinguir el de Hércules y el de Atalanta y Meleagro,
el jabalí que fue Visnú y el jabalí que fue Proteo.
Y sobre todo, ha de evitarse la confusión, tan cómoda,
entre el arduo jabalí
y cualquier
cerdo
sabroso.

Lo importante —afirma el intruso
que no caza
ni canta
ni come del jabalí—,
lo importante es que el cazador
haga creer, con ardides de poeta,
que atravesó, certero, a un jabalí inexistente.
Pero el intruso
—que, por supuesto, es un sabio—
sigue el curso inexorable de su pensamiento:
Si el jabalí atravesado por la flecha no existe,
no hay genuinos cazadores sino vanos arqueros.
Así el agón,
sin la vislumbre punzante de la muerte, y perdido su arcano, 
en certamen 
se trastrueca.

De cualquier modo, maestro
—pondera el discípulo del sabio—,
lo importante son los cazadores, aun convertidos en arqueros.
Despojados de sus armas,
uno tras otro fracasan en el esfuerzo por tensar la cuerda
de un mismo
arco
amañado.
Y solo el elegido desde siempre
consigue disparar.
 
Conviene entonces distinguir
—aclara el sabio—
entre Odiseos disfrazados de mendigo
y mendigos con disfraces de Odiseo.

Eso es entrar en el coto escurridizo
de las muchas Penélopes
—disiente el poeta—,
donde sobran pretendientes,
pero falta el jabalí. 

Cuando yo lo digo
—exclama el cazador primero—:
Lo importante no es el blanco sino el flechazo
—y deja escapar al animal que había
certero,
atravesado.