Song of the Whale-road

Yolanda González

Artwork by Irina Karapetyan


Avanzamos junto a ella sabiendo que no lo conseguirá, que
terminará por claudicar y se abandonará a las corrientes
y las olas. Conocemos la historia; la canción de la agonía
es la misma desde el origen de la vida, cuando el espacio
y las bestias eran uno, cuando las montañas que hoy nos
observan aún no habían nacido.
 
Las otras deberían ocuparse de la cría y continuar el viaje
hacia el sur en busca de un lugar, como hicieron durante
milenios todas las que fueron antes que ellas, cuando la
ría desplazaba marismas y arenales y ellas eran las reinas;
antes de la masacre, antes de que empezara el infierno.
 
Avanzamos junto a ellas desde que huyeron del refugio,
perdidas entre la plaga de mastodontes marinos que asolan
los océanos del mundo. Seguimos el rastro de su canción
entre las sacudidas de los fondos submarinos, el estruendo
de los buques y las vibraciones de los radares.
 
Viajamos hacia el origen, hacia las aguas paraíso donde
nacieron las primeras; seguimos la ruta ancestral
abandonada tras la masacre, grabada en la memoria de su
linaje. Elevamos nuestras voces en la noche. Conocemos la
canción y su final, también la cantamos un día. Sabemos que
el destino es otro, que también más allá todo es infierno.


 
*
 
Avanzamos hacia vosotros, arrastramos hasta vuestros pies
el cuerpo que habéis olvidado, al que un día hincasteis la
piedra, el hierro, el bronce y el acero.
 
Remontamos la cadena de la muerte hasta el origen, cuando
el simio indefenso salió de los bosques y peleó con otras
bestias por su pedazo de carne; y más tarde, cuando cansado
de esperar el don de los dioses se arrojó al mar en su
cáscara de nuez, armado con la punta de hierro y la cuerda,
a matar a la reina de los mares; y más tarde, cuando poseído
por la locura arrasó los bosques que le dieron la vida y
construyó con ellos naos para cabalgar los océanos salvajes.
 
Seguimos la estela del viaje del simio loco, hambriento
siempre de algo más: de luz en la noche, de calor en el frío,
de frío en el calor. Avanzamos hacia vosotros, el último
eslabón de la cadena, ensamblado en el sueño de ser orca
y calamar gigante y águila y león y caballo y delfín y señor
y dios. Serlo todo, poseerlo todo, habitarlo todo, verlo todo,
devorarlo todo.
 
Arrastramos hasta vosotros los cuerpos de vuestras
víctimas, a quienes, en vuestra locura de dioses de todo,
gestores de la vida y la muerte, pretenderéis salvar.       
 


*

Avanzamos bajo las aguas, lenguas de luz en lo negro,
unidas por la muerte hacia la muerte contra la muerte.
Viajamos en el bucle del tiempo uniendo a los que murieron
y a los que mueren y a los que van a morir. Convertimos su
última exhalación en olas y en viento, en voces que se elevan
y se cuelan en el sueño.
 
Recogemos el alma de la última de ellas, a la que habéis
llamado Ilargi en vuestra necesidad de nombrar para separar
lo que está unido. Os dejamos su cuerpo sobre la arena para
que os cuente la historia que no queréis oír. Y os revuelva, y
os sacuda, y os despierte.
 
Recogemos su alma y la unimos a nuestro cortejo de
sombras, la fundimos dentro de lo que solo es uno y no
puede ser separado: todas las almas de los náufragos,
todas las víctimas de la misma locura, también los
culpables, porque el mar no distingue y en el naufragio
pereceremos todos.
 
Después vendrán las otras, serán tantas que ya no podréis
nombrarlas. Todas las almas humanas y no humanas
fundidas en la misma sombra, avanzando hacia lo mismo.
Su ira se une a nuestra ira y nos empuja. Su fuerza se une a
nuestra fuerza y os empuja, os mueve, os sacude, os grita.
¿No nos oís?
 


*
 
Avanzamos hacia vosotros, remontando las aguas
ensangrentadas que engendraron las luces de Europa, su
riqueza y su locura. Seguimos el rastro del último linaje,
descendientes de las afortunadas que escaparon al destino
trágico de convertirse en luz de la civilización y motor
de su grandeza.
 
Avanzamos junto a las últimas supervivientes, hacia la ría
abierta entre las montañas que durante siglos vieron zarpar
a las chalupas y a los galeones del nuevo reino. Surcamos
las aguas vigilantes, atentas a los movimientos de los
mastodontes marinos que se desplazan veloces, cegados por
su propia luz.
 
Distinguimos la canción de la agonía entre el estruendo de
los pesqueros, cargueros, petroleros y metaneros que corren
con sus vientres repletos hacia vuestras casas. Seguimos
sus estelas luminosas, atentas a los hilos invisibles que tejen
la fina malla que sostiene el mundo.
 
La red de luz
que os sostiene
y os atrapa.
 


*
 
Avanzamos movidas por la canción de la muerte que nació
de las rocas.
 
Avanzamos impulsadas por los estertores del hielo y el grito
ahogado de la tierra.
 
Avanzamos hacia las aguas donde nacieron ellas,
antes que el hombre.
 
Avanzamos en la corriente de la memoria de quienes
murieron por darles muerte.
 
Avanzamos hacia el vientre que parió la locura y la alimentó
y la hizo fuerte, bella y deseable.
 
Avanzamos hacia la atalaya del arquero, hacia el arco donde
el brazo tensa la flecha que vuela tras su presa. Un arquero,
tras otro arquero, tras otro arquero, tras otro arquero.
El mismo arquero dominado por la misma fuerza implacable,
el mismo brazo injertado en cuerpos distintos.
 
Avanzamos con los náufragos que fueron hacia los náufragos
que serán. Arrastramos el olor de la muerte en los cuerpos
infectados de muerte.
 
Avanzamos en la corriente de la memoria
y del anhelo
de un mar sin vosotros.
 


*
 
Avanzamos después de avanzar, avanzamos después
de llegar. Avanzamos convertidas en aliento de muerte
hacia el jardín inexpugnable de palacio y hacia los jardines
vulnerables de vuestras casas. Avanzamos convertidas en
imágenes virales que infectan las conciencias dormidas; las
secuestramos y las torturamos hasta arrancarles el grito de
guerra con el que se sumarán a nosotras.
 
Avanzamos desde el origen de la cadena hacia el final de la
cadena, con la misma velocidad que el fundirse del hielo, con
la misma inexorabilidad y la misma urgencia. Arrastramos
con nosotras a los náufragos. Todos los náufragos, humanos
y no humanos, formando el coro de sombras que empuja
desde la noche eterna y salvaje.
 
Arrastramos los cadáveres hasta vuestros pies, porque son
vuestros, porque forman parte de vosotros; una montaña
de cuerpos sin territorio de la que los durmientes también
formaréis parte, cuando el sueño luminoso que construimos
ya no sea refugio.
 
Vosotros.
Nosotros.



Find Robin Munby’s Brave New World Literature entry, “A New Vocabulary of Translation,” from the same issue here. Elsewhere, read his review of Hamid Ismailov’s Of Strangers and Bees from the Spring 2020 issue and translation of Vadim Muratkhanov’s A Place on the Edge of Time from the Fall 2020 edition

This article, part of our animal-themed Special Feature A Vivarium, is supported by a grant from the Research Grants Council of the Hong Kong Special Administrative Region, China (Project Reference Number: UGC/FDS16/H18/22).