prosa del Transiberiano

Juan Carreño

tu bruxismo eran las ruedas del tren
tu bruxismo eran las ruedas de hierro sobre los rieles
rompiendo hielo, aplastando alimañas

sacando chispas de petazetas en la línea
tu bruxismo es Siberia, Juana
y es lo que nos llevará a Port Hardy

yo apenas tenía 16 años y era tan mal poeta
y los mapas brillaban bajo las sábanas
como pornografía que refocila mis sueños

las campanas de las catedrales bajo la lluvia
los caminos fangosos donde hundiría mis bototos
y todos los caminos y todas las líneas férreas

todos los cables eléctricos no tenían dirección
una vorágine y un llamado, para mí, al amor
yo estoy dispuesto a vender lápices

a vender calendarios de paisajes cristianos
de mujeres desnudas ofreciendo
sandías en la entrepierna

cualquiera sería mi aventura
con tal de no verle jamás el rostro a mi familia
a los valles centrales, al trabajo impúdico

del campo y sus hombres viles y sin palabras
y agarré mi fiebre, mi mochila, lo no perecible
que encontré en los baúles de mi madre

escupí sobre los retratos de mis abuelos
oriné las herramientas del padre y marché
pero las estaciones estaban vacías

y yo a 16 mil kilómetros de casa
apenas tenía 16 años
era tan mal poeta y peor bebedor

dije adentrándome al invierno
como quien entra a una morgue
yo sé que mis amigos mueren lejos

abordaste en Sonora, Juana
junto a los esparcidos en su búsqueda
de encontrarse nunca más con chilenos

yo apenas tenía 16 años y era tan mal poeta
no sabía llegar al fondo de las cosas
la primera noche que bebimos me dijiste

vengo escapando de un casting
como pago tengo hongos y un desgarro
y cruzando Henderson, Death Valley, Sacramento

intenté cuidarte y conseguir las medicinas
estuve más de mil kilómetros borracho
mirándote dormir, dibujando con cigarros

las estaciones que se sucedían como muertos
porque el tren no se detiene y la gente muere
sobre las ventanillas empañadas

sobre el atardecer en las montañas
tú me decías, llora
y humedece con tus lágrimas mi vagina

al cruzar a Medford el viento cubrió la cara con tu pelo
y te vi reír, dijiste
aprovechemos el desperfecto de la locomotora

y vamos a orillas del Bear Creek a beber
y a fornicar en sus arenas
disculpa por manchar tu espalda

me gusta que me manches
así me acuerdo mejor de ti
y el rechinar de los rieles sobre la nieve

cuando en las noches intentaba escribir
y apenas escribía la palabra Juana
no podía más que masturbarme

y quedar vacío mirando la noche por la ventanilla
Winchester Bay, Waldport y diminutas luces
a lo lejos, quizás de haciendas, casas pobres

y chupábamos hasta dormirnos desnudos en el suelo
esas mañanas de movimiento perpetuo
en que tu bruxismo te lo abrigaba
 
de un abrazo, en el camarote del tren
para respirarte en la nuca y despertar bostezando
dime, Blaise, estamos muy lejos de La Pintana?

sí, estamos lejos de las pirámides
de los petroglifos, de las estatuas
de los becerros de oro turísticos

ya estamos en Oil City y aun no recupero mi peso
días y noches de paisajes vacíos si no se caminan
tormentas leídas a Donoso y Arlt que echan cuerpo

y tú, Juana, cada día
abres las puertas de mi vagón-dormitorio
me dejas jamón, me dejas restos de licores

a medio beber en botellitas de contrabando
mira, ya estamos en Tin City
lo que está al frente es el mar de Chukchi

te gustaría vivir acá?

aquí seguro nadie nos encuentra

podríamos intentar una huerta en el hielo