de La tortuga ecuestre

César Moro

Oh furor el alba se desprende de tus labios

Vuelves en la nube y en el aliento
Sobre la ciudad dormida
Golpeas a mi ventana sobre el mar
A mi ventana sobre el sol y la luna
A mi ventana de nubes
A mi ventana de senos sobre frutos ácidos
Ventana de espuma y sombra
Ventana de oleaje
Sobre altas mareas vuelven los peñascos en delirio y la alucinación precisa
               de tu frente    
Sobre altas mareas tu frente y más lejos tu frente y la luna es tu frente y
               un barco sobre el mar y las adorables tortugas como soles poblando
               el mar y las algas nómadas y las que fijas soportan el oleaje y el
               galope de nubes persecutorias el ruido de las conchas las lágrimas
               eternas de los cocodrilos el paso de las ballenas la creciente del Nilo
               el polvo faraónico la acumulación de datos para calcular la velocidad
               del crecimiento de las uñas en los tigres jóvenes la preñez de la
               hembra del tigre el retozo de albor de los aligátores el veneno en copa
               de plata las primeras huellas humanas sobre el mundo tu rostro tu
               rostro tu rostro
Vuelven como el caparazón divino de la tortuga difunta envuelto en luz
               de nieve
El humo vuelve y se acumula para crear representaciones tangibles de tu
               presencia sin retorno
El pelo azota el pelo vuelve no se mueve el pelo golpea sobre un tambor
               finísimo de algas sobre un tambor de ráfaga de viento
Bajo el cielo inerme venciendo su distancia golpeas sin sonido
La fatalidad crece y escupe fuego y lava y sombra y humo de panoplias y
               espadas para impedir tu paso
Cierro los ojos y tu imagen y semejanza son el mundo
La noche se acuesta al lado mío y empieza el diálogo al que asistes como
               una lámpara votiva sin un murmullo parpadeando y abrasándome
               con una luz tristísima de olvido y de casa vacía bajo la tempestad
               nocturna
El día se levanta en vano
Yo pertenezco a la sombra y envuelto en sombra yazgo sobre un lecho
               de lumbre





La vida escandalosa de César Moro

Dispérsame en la lluvia o en la humareda de los torrentes que pasan
Al margen de la noche en que nos vemos tras el correr de nubes
Que se muestran a los ojos de los amantes que salen
De sus poderosos castillos de torres de sangre y de hielo
Teñir el hielo rasgar el salto de tardíos regresos

Mi amigo el Rey me acerca al lado de su tumba real y real
Donde Wagner hace la guardia a la puerta con la fidelidad
Del can royendo el hueso de la gloria
Mientras lluvias intermitentes y divinamente funestas
Corroen el peinado de tranvía aéreo de los hipocampos relapsos
Y homicidas transitando la terraza sublime de las apariciones
En el bosque solemne carnívoro y bituminoso
Donde los raros pasantes se embriagan los ojos abiertos
Debajo de grandes catapultas y cabezas elefantinas de carneros
Suspendidos según el gusto de Babilonia o del Trastévere
El río que corona tu aparición terrestre saliendo de madre
Se precipita furioso como un rayo sobre los vestigios del día
Falaz hacinamiento de medallas de esponjas de arcabuces
Un toro alado de significativa alegría muerde el seno o cúpula
De un templo que emerge en la luz afrentosa del día o en medio de las ramas
               podridas y leves de la hecatombe forestal

Dispérsame en el vuelo de los caballos migratorios
En el aluvión de escorias coronando el volcán longevo del día
En la visión aterradora que persigue al hombre al acercarse la hora entre todas
               pasmosa del mediodía
Cuando las bailarinas hirvientes están a punto de ser decapitadas
Y el hombre palidece en la sospecha pavorosa de la aparición definitiva
               trayendo entre los dientes el oráculo legible como sigue:

“Una navaja sobre el caldero atraviesa un cepillo de cerdas de dimensión ultra-sensible; a la proximidad del día las cerdas se alargan hasta tocar el crepúsculo; cuando la noche se acerca las cerdas se transforman en una lechería de apariencia modesta y campesina. Sobre la navaja vuela un halcón devorando un enigma en forma de condensación de vapor; a veces es un cesto colmado de ojos de animales y de cartas de amor llenas con una sola letra; otras veces un perro laborioso devora una cabaña iluminada por dentro. La obscuridad envolvente puede interpretarse como una ausencia de pensamiento provocada por la proximidad invisible de un estanque subterráneo habitado por tortugas de primera magnitud.”

El viento se levanta sobre la tumba real
Luis II de Baviera despierta entre los escombros del mundo
Y sale a visitarme trayendo a través del bosque circundante
Un tigre moribundo
Los árboles vuelan a ser semillas y el bosque desaparece
Y se cubre de niebla rastrera
Miríadas de insectos ahora en libertad ensordecen el aire
Al paso de los dos más hermosos tigres del mundo





Varios leones al crepúsculo lamen la corteza rugosa de la tortuga ecuestre

a Alice Rahon y a Valentine Penrose

En la desaparición de los malgaches
en la desaparición de los mandarines de tela metálica fresca
en la construcción de granjas-modelo para gallinas elefantinas
en el renacimiento de la sospecha de una columna abierta al mediodía
en el agua telefónica con alambres de naranja y de entrepierna
en el alvéolo sordo y ciego con canastas de fruta y pirámides encintas gruesas
               como alfileres de cabeza negra
en la sombra rápida de un balcón de antaño perdido en los pliegues fríos bajo
               un pálido sol de salamandras de alguna tapicería fúnebre
en el rincón más hermético de una superficie accidentada como el rostro
               de la luna
en la espuma de la rabia del sol anocheciendo en el beso negro de la histeria
en el lenguaje de albor de los idiotas o en el vuelo impecable de una ostra
               desplazándose de su palacio de invierno a su palacio de verano
entre colchones de algas ninfómanas y corales dementes-precoces y peces
               libres como el viento empecinado golpeando mi cabeza nictálope
en el crepúsculo para familias retiradas al estercolero o en gallinas
               endemoniadas
en un ojo de avestruz de trapo sangriento coronada de humo de cabelleras
               de momias reales evaporantes infanticidas
en la sonrisa afrentosa de un lagarto destripado al sol
a las doce del día
bajo un árbol
sobre un techo
a oscuras
en la cama
a mil pies bajo el mar
sobre la almohada húmeda de lluvia en el bosque desnudo
como un espectro de perro de familia dinástica violenta y salitrosa
como soplo de elefante sobre un muro de piedra fina
en el empobrecimiento progresivo y luminoso de un tigre que se vuelve
               translúcido sobre el cuerpo de una mujer desnuda
una mujer desnuda hasta la cintura
un hombre y un niño desnudos varios guijarros desnudos bajo el frío
              de la noche
una azotea a todo sol
unos despojos de aves de corral un baño y su bañadera rota por el rayo
un caballo acostado sobre un altar de ónix con incrustaciones de piel humana
una cabellera desnuda flameante en la noche al mediodía en el sitio en que
              invariablemente escupo cuando se aproxima el Angelus