de Cólera Buey

Juan Gelman

Viendo en particular

la gran mujer que era esa tarde metida en su dulzura cómo se doblegaba
tierna de sí por las calles más últimas los árboles los patios
rostros como entregados a escándalos de olvido
la puta la bellísima llena de súbitas mujeres
como arrepentimientos como culpas las repartidas por el aire
llamando a la tormenta las soñaban los hombres de la mar
las inventaban por los camarotes de espaldas al océano mecidos
mujeres altas bellas negras madres disparos de su carne
tetísmas muslísimas las sufridoras de hijos pasaban por Dakar
era Dakar exactamente
los sargentos de l´armée coloniale y los estibadores cubriéndose la rabia con
                                                                                           el cuerpo
yvonne envuelta en llamas perseguida por jabalíes de oro
la puta la bellísima
con apenas su cuerpo mulato contra el mundo su cuerpo celebrado
conversado en borneo acariciado amado yvonne la capital de diversas
                                                                                           catástrofes y olvidos
escrita en las paredes de todos los alcoles
yvonne que odiaba a los franceses
por sus ojos pasaban los ciegos del mercado
las pústulas del barrio de medinnah las pústulas mundiales
caían furias tristes clausura de sus senos





Por ahora

por la ventana entraba ese crepúsculo los mástiles inmóviles en él
sobrecogidos quietos para no molestar ese crepúsculo
que entraba por el fondo del mercado hacia los mostradores
donde hombres buscaban en su vino envolviéndose
sitiados por mujeres del sur
órdenes de sus pechos como dulces alarmas
el crepúsculo anclaba en ese puerto con lentitudes peligrosas
llegando de áfrica el gran devorador
depositaba fieras de tristeza fusiles trampas falsos ébanos
crepúsculo señor
iba venía por el viejo mercado distribuyendo golpes íntimos
estupores de amor especialmente desastres de dulzura
rostros bajo del vino
que hacia la noche entraron a crecer como un desasosiego
como un olor a viejas rebuscando basuras en el puerto de Santos
y eran las once en la gloria del día alto y no sobre la gran mujer de esas
                                                                                           mujeres
la suave la dulzona perdida en la saliva de tanto hombre de acá
despedazada devorada ahora viejas con ojos secos como
evaporaciones de largos besos últimos
saqueos de la sombra las viejas rebuscaban
naranjas el pescado podrido sobras del espectáculo
cercanas a su polvo viejas ávidas a las puertas del dáncing
donde los marineros cambiaban mar por putas de cerveza fabulosos
oliendo a monstruos ciegos bailaban contra los senos muertos
dónde suceden estas cosas
dónde suceden estas cosas dónde van a parar los desperdicios del amor
cómo resonarán por las edades todavía
contesten nietos
crueles en su bondad





Héroes

los soles solan y los mares maran
los farmacéuticos especifican
dictan bellas recetas para el pasmo
se desayunan en su gran centímetro

a mí me toca gelmanear
hemos perdido el miedo al gran caballo
nos acontecen hachas sucesivas
y se amanece siempre en los testículos

no poca cosa es que ello suceda
vista la malbaraja del amor estos días
los mazos de catástrofes las deudas
amados sean los que odian

hijos que comen por mis hígados
y su desgracia y gracia es no ser ciegos
la gran madre caballa
el gran padre caballo
a gelmanear a gelmanear les digo
a conocer a los más bellos
los que vencieron con su gran derrota





Otras preguntas

¿a quién debería encontrar yo en el país del vino?
¿a quién encontraría qué rostros o qué rostro?
¿el ingeniero que se perdió en el mar hace cuarenta máquinas?
¿a la burra de dylan thomas?
¿tu cuerpo deseado amado inesperado? ¿qué cuerpo encontraría
consumido abrasado por la noche como una larga burra
haciendo ruido a máquinas a mar?
quién sabe cómo es eso pero hace diez siglos
leif ericson fundaba el país del vino vikingo eructador
medio bestia también fornicaba de bajo de la gloria del cielo
y ustedes miserables ocultan en un cuarto su pálido final
refugian en las sombras sus cuerpos como burras sin leche

algo cambió en el mundo y tu cuerpo es extraño como cuarenta máquinas
y el ingeniero que se perdió en el mar
brilló fosforescente como leif ericson cuando hace diez siglos
clavaba a una mujer contra la tierra
y la tierra adquiría el color de sus cuerpos
y tu cuerpo era el único país donde me derrotaban