La lengua nudosa

Aamer Hussein

Artwork by June Glasson

1.

Un día, en los primeros meses del siglo veintiuno, recibí una carta. Decía: soy poeta. Me gustaría que participaras en el lanzamiento de mi libro y que dijeras algo sobre mi poesía. La escritora había adjuntado unos poemas cuyas palabras eran como gotas de lluvia y puntas de flechas de fuego. La carta venía de mi antiguo país.

2.

La conocí: tenía veinticuatro años y se llamaba Zohra. Era pequeña e inteligente,  tenía rizos largos y cafés. Durante las cuatro o cinco horas que estuvimos hablando, tuve la sensación de que nos habíamos conocido antes. Parecía que habíamos tenido muchos encuentros como ese.

3.

Yo vivía en la ciudad y ella al lado del mar, a una cierta distancia. Nos encontrábamos de vez en cuando pero, más que nada, hablábamos por teléfono.

4.

Pasó un año. Luego, llegó la guerra y nos sepultó en sus tribulaciones. Zohra dijo: me voy a casa. Quiero irme a mi país, tengo que hacer algo. Aquí, mi lengua es inútil. Los cabrones nos sellan los labios y nos paralizan los brazos. Ya no puedo hablar, ni en verso ni en protesta. Aquí, vagabundeo, cargo mi hogar sobre mi espalda. Cuando llegue a casa, mi privación será la lengua de mi libertad. Quiero escribir poemas en mi lengua materna.

5.

Zohra volvió a su hogar. Llegarían poemas de nuestro país, y cartas también.

6.

Pasó otro año y Zohra volvió a la ciudad donde yo vivía. Dijo: Allí, cada sonido se te atora en la garganta. No se puede ni cantar, mucho menos gritar. Sería mejor que me alejara un tiempo de nuestro país. Si sólo pudiera encontrar trabajo...

7.

Trajo regalos, entre ellos grabaciones de los ragas tocados en el sarod y con el veena. Cuando se fue, las escuché hasta agotar la noche.

8.

Alguna vez viajamos en bus. En un pueblo lejano, después de un evento literario, alguien habló a favor de la guerra y el humor de Zohra estalló. En el viaje de regreso, durmió con su cabeza en mi hombro. Cuando despertó, ya era noche y no había ni luna ni estrellas. Dijo: Está ocurriendo también aquí. Tengo nudos en la lengua. Pero en mi país cada sonido se me atora en la garganta. Ya no puedo hablar, mucho menos escribir poesía. Si sólo pudiera encontrar trabajo... Pronto, tendré veintiocho años. Estoy perdiendo mi lengua materna. Vagabundeo, cargo mi hogar sobre mi espalda. Convertiré esta lengua extranjera en un látigo y los azotaré con sus palabras.

9.

Una tarde, en un pasillo de vidrio a la orilla del río, cisnes blancos apenas rozaban la superficie del agua. Ella había reunido sus pensamientos en poemas y leyó dos de ellos. Luego me dijo: Tú lee el resto. La gente escuchó sus poemas y se conmovió. Esa tarde le conté sobre un trabajo. Le dije: te llevaré. Viajemos juntos.

10.

El día anterior a nuestro viaje, me llamó su primo. Zohra había sufrido un accidente. Un coche había chocado con una motocicleta. El conductor la dejó inconsciente en la calle y se esfumó. Su tío dijo: Está en el hospital. Acaba de recobrar el conocimiento. Está pensando en ti. Dice que tienes que venir a visitarla cuando esté mejor...

11.

Dos días después, llamó de nuevo. Zohra nos había dejado. Enviarían su cuerpo de vuelta a su país.

12.

Una amiga suya vino a visitarme unos días más tarde. Dijo: el día de tu cumpleaños, hace unos meses, acompañé a Zohra a comprarte un regalo. Recorrimos muchas tiendas. Zohra decía: ¿qué le compro? Lo tiene todo. Libros, pinturas. Luego, oyó el sonido del sarod en el mercado. ¿Oíste eso? Sí, ¡eso le gustará! Y salió en busca de esas notas.